Zurcir, bordar y tejer. Son todas actividades que forman tramas, entrelazados, retículas en diferentes dimensiones. Todas actividades artesanales predominantemente femeninas que requieren horas de esfuerzo y mucha delicadeza, paciencia y práctica para dar un buen resultado.

Las mujeres en mi familia todas han pasado por estas actividades algunas desde un enfoque de oficio de la casa y otras como una actividad muy refinada para pasar el tiempo y demostrarse útil de alguna manera.

Es en ese nudo, en ese encuentro de fibras que va dando estabilidad a la estructura posiblemente fluida, que se centra mi trabajo. Aunque no es exactamente ni zurcir, ni bordar, ni tejer, es todo. Es la construcción de una estructura rígida o flexible que estará formada por la repetición de movimientos terminando en una textura relativamente uniforme. Lo siguiente, el acto de la deconstrucción intenta una comprensión profunda de un legado familiar, de su huella y finalmente de mi aporte ante una nueva realidad. Un descosido, un doblez forzado, una distorsión le da el carácter único que da a entender que estamos frente a algo más que una simple actividad de ocio.

Es un acto de supervivencia que busca un equilibrio tanto en lo plástico como en lo emocional para enfrentar la realidad ante el entorno que compartimos y la necesidad y hecho de que somos parte de un todo.