De lo geométrico a lo orgánico, del orden al caos, de lo individual a lo colectivo, de lo singular y lo plural. Partiendo del metal en rayas rectas, curvas superpuestas y entrecruzadas que forman una retícula de cuadrados y triángulos, se recrea nuestra realidad. Las líneas representan las partes de una sociedad: su cultura, sus normas, su política, su contexto natural, sus prejuicios, su hábitat, etc. Simétrica, medible, predecible, tal y como intenta el hombre racionalizar y explicar el desarrollo de la colectividad, del país y del mundo, pero a la vez en movimiento, flexibles, distorsionadas, con elementos que parecen tener vida propia representan ese otro lado de nuestra sociedad en caos y cambio permanente. Adicionalmente, en los cruces o intersecciones de las líneas surge otro material completamente opuesto al metal que crea una nueva dimensión «virtual», una línea adicional más flexible e impredecible, ésta representa el resultado de esa interacción y de la variable imposible de pronosticar, controlar y mucho más difícil de explicar. Para enfatizar la anatomía de la pieza, las sombras, su interacción con el espectador y el juego que producen, completan una realidad dinámica, impredecible e indescifrable. En la escritura especular1 de Da Vinci, será en el